Desde Apoyo Psicológico, os deseamos Feliz Navidad y Prospero Año Nuevo. |
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Como estas fechas, son muy señaladas, nos gustarÃa regalarles este cuento de Jorge Bucay: En una casa más o menos humilde de un paÃs cualquiera vivÃa una familia compuesta por el matrimonio y sus dos hijos. Juan el hijo mayor de 24 años, casi abogado y Priscila, la pequeña de apenas 4 añitos. Al acercarse la navidad el padre habÃa comprado un rollo de cinco metros de papel metalizado para poder envolver los regalos antes de ponerlos en el modesto arbolito, armado desde principios de diciembre en la entrada de la casa. El 23 en la noche, el hombre se decidió a empaquetar los regalos, más simbólicos que valiosos, para nochebuena. Qué desagradable sorpresa fue encontrar en el estante del ropero, el tubo de cartón donde venÃa enrollado el papel metalizado, desnudo de los cinco metros del costosÃsimo papel de envoltura. El dinero era bastante escaso en la familia y posiblemente por eso, a pesar de lo avanzado de la hora el señor explotó de furia y mandó a llamar a su familia para ver quién habÃa utilizado el papel que él compro para los regalos. La pequeña Priscila apareció con la cabeza gacha para decirle a su padre que ella lo habÃa usado. -¿Pero no te das cuenta que ese papel es muy caro y que tu papa tuvo que trabajar varios dÃas para comprarlo. PodrÃas decirme para qué tonterÃa usaste el papel metalizado? La niña salió corriendo y regresó con un paquete del tamaño de una caja de zapatos, envuelta con varias capas del costoso papel, ahora arrugado e inutilizable. -¿No te dijo tu madre que no debes tocar las cosas de los mayores para tus juegos?. Como se te ocurre envolver esa caja con cinco metros de papel dorado? -Es un regalo de navidad, papá- dijo Priscila- para el arbolito. -¿Y se puede saber para quien es este regalo tan valioso como para usar todo el rollo de papel en envolverlo?. - ¿Y para quien va a ser?, para vos, papá. El hombre se enterneció y abrazándola le pidió disculpas por los gritos. Como nos sucede a todos, con el regalo en las manos quiso saber qué contenÃa y le pidió a la pequeña permiso para abrirlo. Poco después el hombre volvÃa a explotar: -Cuando das un regalo a alguien se supone que debe haber algo adentro. ¿Usaste ese papel para envolver una caja vacÃa? A la pequeña se le llenaron de lágrimas los ojos y dijo: Es que la caja no está vacÃa, papá, yo soplé adentro cincuenta y ocho besos para vos. El padre alzó a la niña y le suplicó que perdonara su ceguera y su ignorancia. Dicen que el hombre guardó para siempre la caja debajo de su cama y que siempre que se sentÃa derrumbado, abrÃa la caja y tomaba de ella un beso de su hija. Esto lo ayudaba a recuperar la conciencia de lo que era importante y de lo que sólo eran tonterÃas. |
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